Desde que tengo memoria, siempre he sentido que los niños son como esponjas, absorbiendo todo lo que les rodea. Recuerdo un día en Vitoria, cuando mi hijo, que apenas tenía cinco años, llegó a casa con una tristeza que no podía entender. Su sonrisa, que solía iluminar nuestra casa, se había desvanecido. Fue entonces cuando decidí buscar ayuda profesional. Encontré un psicólogo infantil en Vitoria que no solo escuchó a mi hijo, sino que también le proporcionó un espacio seguro para expresar sus emociones. A través de juegos y actividades, mi hijo comenzó a abrirse, a compartir sus miedos y preocupaciones. Lo que más me sorprendió fue cómo, poco a poco, su comportamiento mejoró. Aprendió a manejar sus emociones y a comunicarse mejor. Hoy, miro hacia atrás y me doy cuenta de que contar con la Psicología en Vitoria no solo benefició a mi hijo, sino que también me ayudó a mí como padre. Aprendí a entender mejor sus necesidades y a apoyarlo en su crecimiento emocional. La psicología infantil no es solo una herramienta; es un regalo que permite a nuestros hijos florecer en un entorno saludable y amoroso.