Cuando decidí dar el salto a los vehículos eléctricos, lo hice por convicción. Quería ser parte de la transformación, del cambio hacia una movilidad más limpia, más inteligente. Pero lo que no sabía era que, detrás de cada kilómetro silencioso y eficiente, había un protagonista invisible: la Refrigeración para vehículos eléctricos. La primera vez que enfrenté un problema serio fue durante un test de carga rápida en condiciones de calor extremo. La batería, que prometía autonomía y rendimiento, empezó a mostrar signos de fatiga.

El sistema térmico no estaba a la altura. Y ahí lo entendí: sin una gestión térmica adecuada, no hay eficiencia, no hay seguridad no hay futuro. Fue entonces cuando conocí a ILPEA Galvarplast. Lo que me impresionó no fue solo su tecnología, sino su filosofía. Ellos no venden componentes, diseñan soluciones. Me explicaron cómo cada grado de temperatura afecta la vida útil de la batería, cómo un sobrecalentamiento puede comprometer no solo el rendimiento, sino la seguridad del vehículo y sus ocupantes.

Con ILPEA, descubrí sistemas de refrigeración líquida que no solo mantienen la batería en su rango óptimo, sino que lo hacen con eficiencia energética, ergonomía en la instalación y sensores inteligentes que anticipan cualquier anomalía. Su enfoque es integral: desde el diseño hasta la simulación y ejecución del sistema más óptimo para cada tipo de vehículo. Hoy, cada vez que enciendo mi EV y siento esa respuesta inmediata, esa autonomía confiable, sé que hay un circuito trabajando silenciosamente para que todo funcione. Y detrás de ese circuito, está ILPEA Galvarplast.