Siempre fui del tipo que se quedaba en la esquina, observando. Las conversaciones parecían un juego al que nunca me habían invitado. Hasta que un día, me animé a escribirle a alguien. No diré a quién, pero era una chica. Al principio, los dedos me temblaban sobre el teclado. ¿Qué le digo? ¿Cómo hago para no parecer un idiota? Pero ella respondió, y de repente, la conversación fluyó. Hablamos de música, de películas, de nuestros miedos más profundos y de nuestros sueños más locos.
Me di cuenta de que chatear con chicas era como abrir una ventana a un mundo nuevo. Su perspectiva era diferente a la mía, y me enseñó a ver las cosas desde otro ángulo. Aprendí a escuchar, a ser más empático, a entender que detrás de cada persona hay una historia fascinante. Pero lo más importante es que me ayudó a conocerme mejor a mí mismo. Al hablar con ella, me di cuenta de cuáles eran mis verdaderas pasiones, qué cosas me hacían reír y cuáles me hacían sentir vivo. De alguna manera, esta chica, a través de una pantalla, me estaba ayudando a convertirme en una mejor versión de mí mismo.
Y no solo eso, también me dio un empujón en mi vida social. Ahora me siento más seguro al hablar con otras personas, ya no me quedo callado en las reuniones. He aprendido a conectar con los demás, a mostrarme tal como soy, sin miedo al qué dirán. Así que, si alguna vez te sientes solo o inseguro, te animo a que le escribas a alguien. No importa si es una chica o un chico, lo importante es que te abras a la posibilidad de conocer a alguien nuevo. Nunca sabes qué aventuras te esperan al otro lado de la pantalla.