El día que decidí que necesitaba ayuda fue, irónicamente, uno de los más difíciles. Había estado atrapado en la espiral de la cocaína durante casi una década, y aunque sabía que estaba destruyendo mi vida, la adicción me mantenía en un ciclo del que parecía imposible escapar. Así que, con el corazón en la mano, busqué una terapia adicción a la cocaina. Desde la primera sesión, sentí que un peso se levantaba de mis hombros. Los terapeutas eran comprensivos y no me juzgaron. A través de las sesiones, descubrí que mi adicción había enmascarado un dolor profundo que tenía que enfrentar. La terapia no solo me enseñó a lidiar con la abstinencia, sino que me brindó herramientas para manejar mis emociones y construir una vida sin sustancias. Hoy, miro hacia atrás y veo la transformación. He restablecido relaciones con seres queridos y, más importante aún, he comenzado a estar en sintonía conmigo mismo. La terapia me dio la oportunidad de reconstruir mis sueños y, aunque aún hay desafíos, estoy decidido a seguir adelante. Cada día es una nueva oportunidad, y estoy agradecido por el camino que sigo.