Siempre he creído que los grandes cambios comienzan con una chispa de curiosidad. Mi historia con la consultoría estratégica especializada, conocida como Simbiosis, comenzó en una pequeña conferencia sobre sostenibilidad a la que asistí hace un par de años. Me llamó la atención la idea de construir puentes entre el sector público y privado para impulsar proyectos que no solo beneficiaran a las empresas, sino que también tuvieran un impacto positivo en el medio ambiente. Nunca imaginé que este encuentro cambiaría por completo mi forma de entender los negocios.

Después de la conferencia, decidí investigar más sobre cómo se estaba llevando a cabo la transición energética y la economía circular en diferentes industrias. En ese momento, descubrí a simbiosis. Su enfoque era claro y determinante: exploraban oportunidades de negocio público-privadas a través de recursos sobrantes y estrategias de descarbonización. Me intrigó cómo podían transformar restos y desechos en recursos valiosos, impulsando al mismo tiempo la sostenibilidad del entorno.

Decidí contactar con su equipo para comprender mejor cómo funcionaba su modelo. Desde el primer momento, la pasión y dedicación del equipo de Simbiosis fueron palpables. Me explicaron cómo identificaban sinergias entre empresas y entes gubernamentales, promoviendo proyectos que generaban un impacto tangible y positivo. Me cautivó la forma en que podían transformar un recurso que antes se consideraba "sobrante" en una oportunidad de negocio real.

Lo más revelador fue cómo, gracias a esta consultoría, empresas de diversos sectores podían colaborar para optimizar el uso de sus recursos y reducir su huella de carbono. Realmente creí en la idea de que al unir fuerzas, tanto el sector público como el privado podían generar soluciones innovadoras que beneficiaran a la sociedad. La lógica de Simbiosis me pareció simple pero poderosa: al trabajar juntos, podríamos crear un cambio significativo.

Un día, tras varias reuniones, se me presentó una oportunidad única: participar en un proyecto piloto que buscaba utilizar residuos industriales como materia prima para nuevos productos. El equipo de Simbiosis estaba buscando socios estratégicos que pudieran unirse a esta iniciativa. Me sentí emocionado y, al mismo tiempo, un poco nervioso por formar parte de algo tan innovador.

Días después, comenzamos la etapa de implementación. Cada encuentro con las empresas involucradas era una mezcla de creatividad y estrategia. A través de workshops y sesiones de brainstorming facilitadas por Simbiosis, comenzamos a desglosar las capacidades de cada empresa y cómo podrían colaborar para optimizar el uso de sus recursos. Fue un proceso transformador, donde cada idea parecía estar cargada de potencial.

A medida que avanzamos, los beneficios eran evidentes: no solo estábamos generando un nuevo producto a partir de recursos que antes se desperdiciaban, sino que también estábamos ayudando a las empresas a reducir costos y mejorar su sostenibilidad. Cada éxito, por pequeño que fuera, se celebraba como un triunfo colectivo.

Hoy miro hacia atrás y no puedo evitar sentirme orgulloso de lo que hemos logrado. Gracias a Simbiosis, no solo he aprendido sobre la importancia de la economía circular y la descarbonización, sino que también he sido parte de un movimiento más grande. La posibilidad de explorar nuevas oportunidades de negocio público-privadas no solo ha transformado mi forma de ver el mundo empresarial, sino que también ha contribuido a un futuro más limpio y saludable.

La colaboración es clave, y Simbiosis me ha demostrado que al unir nuestras fuerzas, podemos crear un impacto positivo en nuestra sociedad y en el medio ambiente. Cada día es una nueva oportunidad para seguir aprendiendo y construyendo un futuro más sostenible, y estoy emocionado por lo que aún está por venir.¡El viaje hacia un mundo mejor solo está comenzando!